martes, 17 de abril de 2012

Liderazgo & Femenino


Seguir las directrices del liderazgo tradicional es seguir anclados a un pasado que progresa siempre hacia un mismo resultado: la crisis. Superar los obstáculos y lograr evolucionar requiere un cambio de concepto en lo que significa “ser líder”.

Existe hoy en día una necesidad urgente de realizar un cambio de paradigma para poder asumir los desafíos ante los que nos encontramos como individuos, es decir, transformar nuestra manera de entender el mundo tanto del mercado, como de la empresa, de la familia, de la comunidad, de todos los escenarios en los que los seres humanos debemos liderar. La respuesta a esta llamada se encuentra en un fenómeno emergente: el liderazgo femenino.

Cambio de perspectiva

En primer lugar quiero apuntar que no nos estamos refiriendo al movimiento para la liberación de la mujer o feminismo. Es interesante el hecho de que le pongamos apellido al liderazgo: liderar es liderar, la cuestión es qué estilo de liderazgo es el que estamos necesitando hoy en nuestro mundo. Históricamente, lo femenino se ha asociado a la emocionalidad y a la debilidad, características que hemos juzgado negativas para progresar. En su lugar nos hemos apoyado en la ley del más fuerte, la razón por encima del corazón, lo exterior sobre lo interior; por lo tanto, nos hemos quedado divididos, sin ternura y con poca flexibilidad para el aprendizaje.

El liderazgo tradicional tal como lo conocemos está empezando a quebrarse, dado que no puede hacerse cargo de las cuestiones esenciales que nos plantea la crisis; por esa razón necesitamos retornar a lo femenino (siempre hablando de tendencias de liderazgo, no de género), ya que necesitamos aprender nuevas maneras de responder ante las circunstancias.

Las grandes crisis que estamos experimentando, la crisis climática, la pérdida de la biodiversidad, la crisis energética, la crisis monetaria, son consecuencia de la manera en la que nos hemos relacionado con el planeta. Los humanos hemos sido la especie que ha liderado la evolución, lo hemos hecho de acuerdo con las necesidades históricas, por lo tanto hemos avanzado utilizando todos los recursos disponibles, pero no hemos medido las consecuencias. Si bien esto nos permitió prosperar, hoy nos enfrentamos al desgaste producido por las guerras, la violencia, el desempleo, escasez de recursos y de amor: nos hemos servido del planeta como un recurso para nuestra supervivencia, confundiendo “progreso” con “evolución”.

No nos dimos cuenta de que el avance ha sido lineal: hemos hecho esto para conseguir aquello, para TENER sin prestar atención al SER, lo que nos ha dejado vacíos de sentido. Hoy no solo importa lo qué hacemos, sino quién somos cuando hacemos lo que hacemos. Comprender esto nos abrirá muchas posibilidades hacia el futuro, tales como ampliar nuestras capacidades, desarrollar habilidades e integrar los aspectos personales y profesionales conectando nuestras acciones con nuestra esencia.

Dualidad de concepto

Masculino y femenino no equivale a hombre y mujer, sino que son aspectos presentes en el hombre y en la mujer. En la filosofía oriental, son principios que rigen la vida: ellos lo explican a través del Ying-Yang, opuestos y complementarios están presentes en hombres y mujeres. En occidente, Carl G. Jung distinguió entre el animus y el ánima, ambos principios también relacionados con lo femenino y masculino. Hablamos de femenino enfatizando las características de este paradigma, reclamando mayor presencia de esta fuerza o energía en el liderazgo, para equilibrar lo que durante tanto tiempo ha estado desbalanceado.

La fuerza del progreso es en sí una fuerza de avance, una fuerza conectada con los resultados, una fuerza intrínsecamente masculina, asociada a metas, competir, conquistar, imponer jerarquía, dominar, superar obstáculos y alcanzar el máximo poder. Si bien la energía masculina está naturalmente en los hombres, no

“ Nos hemos apoyado en la ley del más fuerte, la razón por encima del corazón, lo exterior sobre lo interior; por lo tanto, nos hemos quedado divididos, sin ternura y con poca flexibilidad para el aprendizaje.”

significa que las mujeres no poseamos una gran dosis de ella. La historia está llena de ejemplos de “damas de hierro” que soslaya- ron el aporte femenino que podrían haber sido.

Avanzar en femenino

Debemos entender qué nos aporta lo masculino y qué nos aporta lo femenino, así podremos desarrollar nuestras potencialidades de forma equilibrada. La clave de nuestra evolución, ya sea personal, profesional, como organización o comunidad, está en nuestra capacidad de incluir, integrar, consensuar, unir y expandirnos a través de la co-creación de espacios de aprendizaje que fomenten el liderazgo horizontal. Si queremos evolucionar, ampliar nuestro nivel de consciencia, tendremos que conectar con los aportes de la energía femenina.

Mientras lo masculino tiende a la meta, lo femenino tiende al pro- ceso, paso a paso, lo que permite ejercer el liderazgo con mayor presencia. Estar presente es una gran habilidad del líder para gestionar personas en situaciones de presión, alta exigencia o conflicto.

Más allá del género

No es lo mismo liderazgo femenino que mujeres liderando o que hombres con la energía femenina desarrollada. Insisto que no es una cuestión directamente relacionada con el género: podría haber más mujeres en altos cargos que continúen en la inercia de un liderazgo tradicional desconectadas de su esencia femenina, lo que contribuiría a aumentar el desequilibrio del que hablamos antes. El liderazgo auténtico es un factor muy importante que las mujeres pueden aportar si dejan de creer que se debe conducir con mano de hierro para prosperar porque ésta es la única manera en que subirá la escalera corporativa. La tiranía y Algunas características asociadas a lo femenino son:

Capacidad multifocal: es la capacidad de enfocarse

en varias cosas a la vez, lo cual es muy positivo para el ejercicio del liderazgo a 360o. En un estudio realizado en la Universidad Northwestern sobre estilos de liderazgo en la organización, se demostró en un meta-análisis comparativo que las personas con mayor energía femenina podían mantener simultáneamente sus características personales, crear comunidad, fomentar la colaboración, nutrir y cultivar un mayor talento en aquellos a los que lideran, servir y fomentar la innovación.

Capacidad de inclusión: lo que le permite integrar diversos puntos de vista. En su discurso de candida- tura, el presidente Obama destacó el aporte de Elena Kagan (primera mujer en la historia de los Estados Unidos en ocupar los últimos dos cargos a los que accedió: Decana de la Harvard Law School y Procuradora General de los Estados Unidos) señalando que por su capacidad natural a la apertura a una amplia gama de puntos de vista había sido una pieza fundacional como constructora de consenso. Kagan es un ejemplo de mujer liderando desde su esencia feme- nina, teniendo éxito en su gestión siendo persistente en la sujeción firme a su estilo de liderazgo auténtico.

Orientación a las relaciones: a cuidarlas y procurar su bienestar, lo que para una empresa es fundamental para cultivar el compromiso y la alegría de sus equipos.

Orientación a sentir y desarrollar la intuición: como base de la toma de decisiones. En el libro “La Inteligencia Emocional” de Daniel Goleman, hay mu- chos ejemplos acerca de la intuición en los managers. Así como lo masculino privilegia lo empírico, ordena y separa, lo femenino tiende a unir, incluir, consensuar.

el autoritarismo no aportan crecimiento alguno. Líder y dictador son posturas muy distintas, el liderazgo no debe ser cosechado por el miedo, sino por el consenso y la confianza en el líder.

Las mujeres han de abandonar el sentimiento de que deben actuar pasivamente y ajustarse a las ideas tradicionales del liderazgo feminista. Más bien, deben ser fieles a sí mismas, darse cuenta de su influencia como líderes, abandonar el rol de víctima y asumir la responsabilidad de lo que tienen para dar a la comunidad, a la empresa, a la ciencia, a la economía, a la familia, a la política, etc. Pero ocurre que al no tener cercano un modelo propio de éxito al que dirigirse, la mujer se inicia en el aprendizaje de la competición, de la consecución de objetivos, se exige a sí misma la perfección

y no se tolera su propia vulnerabilidad. Mide su autoestima y valía en comparación con los patrones masculinos de productividad y esto es mortal para lo femenino, porque se activa un circuito en el que empieza a desacreditar y a rechazar la expresión de sus emociones, a restar valor a su intuición y a su creatividad, a ignorar la sabiduría de su cuerpo, a no dar valor a las relaciones genuinas con otras mujeres, a intentar ajustarse a la imagen cultural de mujer ideal y a rechazar su esencia. Con todo ello, pierde confianza en sí misma y pierde la fuerza de su poder personal.

En busca del equilibrio

Lo primero es aceptar y reconocer cada una de estas energías o principios femenino-masculino en nosotros mismos y en nuestro estilo de liderazgo. Observar cómo somos y desde dónde actuamos a la hora de liderar nos permitirá observar dónde está el desequilibrio e iniciar el proceso de restablecer la coherencia, entre mi cuerpo, emociones y pensamientos, lenguaje y esencia.

En este punto la invitación es a desarrollar el liderazgo femenino, independientemente del sexo. Es una invitación contracultural que nos desafía, nos inquieta, nos mueve y sobre todo rompe nuestra inercia cultural y nos aparta del letargo, de la apatía existencial d e afirmar “las cosas son así́ ” y “no hay nada que se pueda hacer”; nos desplaza de la resignación a la aceptación de las diferencias y la integración de un modelo holístico de consciencia de unidad. El llamado es para las personas, hombres y mujeres, que quieran aumentar su nivel de consciencia, que aspiren a vivir en libertad, co-existiendo y construyendo un mundo mejor para todos. Desde el coaching integral nos hacemos cargo de estas inquietudes emergentes proponiendo un proceso de aprendizaje, abrimos el espacio para aprender el liderazgo, y en este momento enfatizamos lo femenino porque creemos que el cambio que el mundo está necesitando viene por ahí́.

Aprendiendo a liderar

No sólo se puede aprender a liderar, sino que es altamente recomendable para la salud integral del ser humano. Liderarnos a nosotros mismos es el primer desafío; aprender a estar en nuestro centro y a actuar desde él es fundamental para nuestra integridad como individuos y vital para nuestra felicidad. Conectados a nuestro centro, las personas podemos ofrecer un natural estilo de liderazgo que nos permita avanzar hacia los objetivos personales y profesionales en armonía con el grupo y con nosotros mismos. Desde este liderazgo natural nos permitimos “la danza de roles”: entramos y salimos de ellos, cedemos espacio para que otros también lo hagan, un movimiento vital para practicar el liderazgo femenino. Este vaivén produce un aprendizaje nuevo, transformador, que hace del liderazgo una espiral ascendente, lo que inevitablemente nos conducirá a expandirnos como personas y como líderes.

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