lunes, 17 de octubre de 2011

Aprender a decir "NO"


Dijo NO! Y le dieron un Nobel de la Paz

¿Por qué no habría de decir yo también “NO” a todo aquello que hoy contraría mis deseos de paz interior?

Qué placentero sería decir esta pequeña gran palabra sin temor a que luego se desate una castrofe. Qué maravilloso sería que al decirla pudiésemos seguir en lo nuestro sin tener que preocuparnos por las represalias emocionales de quien la recibe. Sería genial que al decirla no apareciera esa voz pretendiendo que te sientas culpable.

Existe una apología al sí, pero el “no” cotiza poco en el mercado de la aprobación.

Desde muy pequeños aprendimos muy bien la lección del “sí”.

Mi amiga Lolín dice muy bien cuando hablamos de esto: ¿”Quién no recuerda ese beso o saludo o gesto de “buena educación” que nos exigían mas allá de nuestra voluntad o deseo? “Dale un beso a la tía Pepa” inquiría nuestra madre, con el rostro contrito, encogiéndose por parecer amable, cuando se sentía furiosa ante nuestra desfachatada negativa, decíamos con poco pudor “es que me pincha mamá”. En ese momento llegaba un pellizco, un punsante aviso de “haz lo que te digo” y luego de un breve forcejeo miras a tu madre, la amas, quieres verla contenta, sonriente, pero por sobre todas las cosas quieres que te ame y parece que esa es la condición, la prueba del amor: besar a esa señora de semblante pétreo con bigotes gatunos. Con tal de que mamá no se enfade contigo y decida de pronto dejar de amarte o lo que es peor abandonarte, accedes, lo haces, te vendes”.

A fuerza de forcejeos, tironeo y estrategias emocionales, hemos aprendido a decir "sí", aún cuando queremos decir no. Esto no parece tan relevante si solo se trata de dar besos a tias pinchudas, el punto esta en que hoy seguimos repitiendo ese mecanismo de manera automática con las cosas que sí nos importan y son vitales para nuestro bienestar y felicidad.

Decir NO sabiamente entraña un enorme poder personal, nuestra integridad y nuestra dignidad están íntimamente ligadas a esta declaración. Aprender a decir NO es una tarea que requiere práctica, de la misma manera que el cachorro de la leona aprende a cazar, nosotros hemos incorporado e integrado de tal modo los aprendizajes de la infancia que ya forman parte de nuestros genes. Sin embargo lanzarse a la aventura de redescubrir la propia dignidad personal es menos difícil de lo que pensamos. La dificultad aparece cuando solo veo las consecuencias negativas de decir “NO”. Pero si consigo vislumbrar los beneficios, la esperanza de recuperar nuestro poder se incrementará exponencialmente. Quien aprende a decir esta palabrita, tiene mucho que ganar y muy poco que perder. Cuando digo No, lo que estoy diciendo es, en este momento deseo dedicar mi tiempo a lo que quiero, ahora estoy disponible solo para lo que quiero, mis ganas y tu pedido no coinciden, quiero otra cosa, no me gusta, prefiero hacer otra cosa, estoy ocupada, es posible aunque en otro momento, etc.. en lugar de estas frases, decimos, no puedo, (sintiéndome culpable y obligada a dar una opción reparadora) me encantaría pero..., ( sintiéndote culpable y necesitando dar excusas) vale esta bien, (sintiéndote culpable, pretendiendo ser buena persona poniéndote en segundo lugar) sí (perdiendo todo tu poder y tu energía). ¿Qué ocurre cuando se encuentran dos necesidades opuestas?. Si alguien nos pide hacer algo que deseamos hacer, no hay ningún problema alguno. Son dos necesidades que van en la misma dirección. Pero si me piden hacer algo que yo no deseo hacer, aparece un deseo contrariado y tengo que decidir a qué deseo o necesidad daré prioridad, si a la mía, o a la del otro.

La clave aquí esta en la decisión. Si asumo la responsabilidad de mi elección, es decir mi capacidad de decidir decir sí o no, puedo ejercer mi libertad a cada momento sin que se vea amenazada por las demandas del entorno. Con el cuento de la tía Pepa, aprendimos que si digo que no, pierdo. Pierdo el amor de mamá, pierdo la aprobación de la tía, pierdo mi lugar en el círculo de afectos del otro etc. La aprobación y el amor son cosas distintas, nadie que te ame te pide que hagas lo que no quieres para satisfacerle, en teoría, debería ser así verdad? Pero en las relaciones nos comportamos tal y como hemos aprendido en nuestra infancia, por lo tanto nos sometemos a las pequeñas tiranías cotidianas de los que dicen amarnos, cuando los escuchamos diciendo: si no lo haces es que no me quieres, si no lo haces me enfado, haz lo que te digo o te abandonaré, hazlo por mí”. No siempre lo dicen literalmente a veces las caras muestran con una claridad asombrosa estas frases.

Lo que no nos dijeron con claridad es que si decimos sí cuando queremos decir no perdemos algo muy valioso: la soberanía de nuestro territorio personal. Por lo tanto tenemos mucho que ganar. Reconquistar la conexión con lo que realmente me importa, recuperar mi sensación de poder, re-postular mis valores, mi propósito, volver a sentir la coherencia de tener mi mente mi cuerpo y mis emociones en el mismo lugar. Esto es GANAR integridad, dignidad y auto-respeto. No vamos a hablar ahora de las bondades de estas emociones, pero diremos que cuando dices NO y toda tú estas ahí, en ese NO, con la cabeza, el cuerpo y el alma, algo excepcional comienza a suceder, y es que empiezas a amarte a ti misma incondicionalmente. Creas un espacio de amor, respeto, valor, autoconfianza y libertad, en ti misma, devolviéndote a tú centro, desde el cual eres capaz de ser, hacer y tener logros extraordinarios. Puedes ser un faro que ilumine la vida de los que amas y no una marioneta mendiga, que se conforma con las migajas del mal llamado amor. Desde tu centro puedes hacer cosas maravillosas, que desde una autoestima desintegrada resultan imposibles. Me inspira el NO de la portadora del premio nobel de la Paz, la activista liberiana: Leymah Gbowee, que dijo NO y le dieron un nobel. Dijo NO y paró la Guerra en su desdichado país de África. Inspirada quizá en el alegato pacifista de Aristófanes, en su obra Lisístrata, una de las piezas teatrales más representativas y representadas de la Grecia clásica, en la que la consigna de que las mujeres griegas no mantuvieran relaciones sexuales con sus maridos, hasta que ellos no abandonasen la violencia, figuró como el tema central . A sus 39 años, Leymah se ha convertido en un símbolo para todas las mujeres del mundo, ya que “movilizó y organizó a las mujeres más allá de las divisiones étnicas y religiosas para ponerle fin a una larga guerra en Liberia y asegurar la participación de las mujeres en las elecciones”. En esencia, la táctica de la liberiana fue idéntica a la de las protagonistas de Lisístrata, o sea, una huelga sexual para forzar al entonces presidente de Liberia, el déspota y sanguinario C.Taylor a incluir a las mujeres en las negociaciones de paz.

Nancy Diana

(El País.com) La firmeza de las mujeres en su huelga sexual, que daña a los hombres en lo que muchos consideran la fuente de su poder y de su arrogancia, convirtió las risas despectivas o los comentarios machistas de los señores de la guerra liberianos en un motivo de preocupación. Tan es así que la actitud de la apodada “guerrera de la paz” contribuyó en 2003 a poner fin al segundo conflicto armado en Liberia en poco tiempo y precipitó la caída de Taylor, más tarde juzgado por crímenes de guerra en el Tribunal de La Haya. “Jamás la violencia ha arreglado nada”, manifestó Gobwee a los periodistas tras la concesión del Nobel de la Paz.

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